lunes, 25 de mayo de 2009

La caricatura del cuarto poder *



En todas las culturas antiguas existen ciertas expresiones artísticas en las que se puede identificar una intención humorística. Dicha intención ha evolucionado hasta convertirse en el reflejo del sentir popular.

Por Ricardo Clement “Alecus” y Diego Murcia

A ciencia cierta, no podemos saber con exactitud dónde se hizo la primera caricatura, pero por los indicios que se han encontrado, podemos apreciar que en diferentes lugares de la historia se han dado destellos de humor gráfico que con el correr de los años llegaría a tomar un vuelo especial en el devenir de las artes y de la historia del periodismo.

Podemos verlo en la Grecia del siglo V antes de Cristo. Esopo, escritor de las famosas fábulas llenas de ingenio, humor e ironía, es dibujado, de manera caricaturesca, sentado y hablando con una zorra en un plato de cerámica.

Las piezas de teatro de Aristófanes están llenas de escenas cómicas y, al igual que Aristóteles, mencionan a un pintor llamado Poson, a quien califican como “pintor malévolo” e "infame".

También los egipcios hicieron uso del humor en algunas de sus representaciones gráficas, donde sitúan a animales en actitudes humanas.

Los antecedentes pasan por Roma, en cuyo territorio se han encontrado frescos, estatuillas y representaciones cerámicas con representaciones grotescas y cómicas. De hecho, Plinio el Viejo señala a un tal Ludio como un artista que dibujaba unas tablillas llamadas “Comica Tabella”, en las que se dibujaba escenas cómicas que eran colocadas en las puertas de los teatros como reclamos del público a las obras allí presentadas.

En América, de la cultura maya y olmeca, se han encontrado esculturas que datan del año 1200 a. C., y que han sido hechas de arcilla y piedra. Estas “caritas”, las más antiguas representaciones de la risa encontradas en Mesoamérica, fueron descubiertas en tumbas, junto a juguetes y otros objetos, según historiadores.

Estas maleables características se han mantenido hasta el día en que la caricatura se convirtió en la más mordaz opinión, pocos años antes de que en Francia, literalmente, rodaron las cabezas.

La palabra se ríe

Durante los siglos XVII y XVIII, la caricatura desarrolla sus primeros pininos en lo que se refiere a la sátira social y política. Apenas un siglo antes, el reformista Martín Lutero había descubierto el potencial de la imagen y su poder político, al ilustrar la ortodoxia de la Iglesia católica y satirizarla para beneficio de su protesta ante el clero.

Generaciones más tarde, los ingleses William Hogart (1697) y James Gillray (1756) seguirían su ejemplo y retratarían con toda crudeza las incoherencias de una sociedad deshumanizada. Estos primeros trabajos, denominados “Harlots Progress”, son vendidos en folletos y hojas volantes.

Con la llegada de la revolución Francesa (siglo VXIII), nuevas libertades tomarían nombre así como la información plantaría las primeras bases de su industria. Nació una nueva modalidad de literatura, el periódico, y con él, la caricatura tuvo por fin un territorio.

Durante el siglo XIX, las libertades de pensamiento y expresión propiciaron la proliferación de periódicos. Estos eran elaborados por grupos de intelectuales y artistas. Su máxima preocupación: enarbolar ideas de sociedades más justas, combatir la corrupción, defender los derechos humanos y laborales. Todo esto se gestaba en medio de sociedades totalitarias y despóticas.

Con tal panorama, no cualquiera era periodista, menos caricaturista. Aquí es donde la política y las caricaturas se juntan de una vez por todas y no habrá quien las calle.

El trazo ideológico

Las caricaturas, cuales Quijotes en justas, ejercían una especial atracción al ridiculizar al poderoso y reivindicar al ciudadano común. Además, resultaban más atractivas que ver párrafos llenos de letras.

En ese contexto, surgen revistas y periódicos que hacen uso del humor gráfico para influir en el debate ideológico de aquellas sociedades en plena transformación.

Pero también se imponen estilos caricaturescos como el desarrollado por Honore Daumiere (1808).

En 1833, Daumiere es condenado a seis meses de prisión por satirizar al rey Luis Felipe al compararlo con gargantúa. Fue uno de los precursores del concepto de “Prensa Libre”, al representar al dibujante honorable, ingenioso, dueño de una amplia cultura y un gran sentido de la responsabilidad. Continúa publicando a lo largo de su vida, hasta que muere solo y en la miseria.

Sin embargo, los caricaturistas siguen llenando los las páginas de los periódicos. Nuevas revistas nacen, los periódicos crecen y la demanda de estar informado también.

En Inglaterra se funda la revista “Punch” (1841), en la que se desempeñaron caricaturistas como Raven, Tenniel y Grave. Como contraparte, en Estados Unidos, nació “Harpers Weekly” (1857) y tuvo también a sus estrellas: Thomas Nast (1840) y Joseph Keppler (1838). De los dos, Nast se convierte en el favorito por el estilo de su trabajo, enfocado en los inmigrantes. Su caricatura es tan influyente que, incluso, logró mandar a la cárcel, con sus dibujos, a un político corrupto de nombre William Tweed.

Una vez más quedaba demostrado que la caricatura es un vehículo que aporta a la sociedad su capacidad de reflexionar y generar debate a través de la sonrisa.

Sabor latino

Existen antecedentes de humor gráfico en países como México, Argentina, Perú, Colombia, que datan de los siglos XVIII y XIX, posiblemente referidas de Europa, en Sudamérica, y de Estados unidos, en México.

La caricatura política de México se desarrolla en medio de la reforma de Juárez, contra el clero en el siglo XIX, y después contra el dictador Porfirio Díaz.

Revistas como “El Aguizote” y “El Hijo del Aguizote” fueron algunas de las cunas de caricaturistas como Constantino Escalante y José Guadalupe Posada.

En El Salvador, una de las referencias que se pueden encontrar sobre la caricatura es “El Chichicaste”, una revista de humor político publicada en 1944, durante la caída del general Maximiliano Hernández Martínez, después de una huelga de “brazos caídos” organizada por estudiantes y trabajadores sindicalistas de aquel entonces.

Otras revistas de este mismo estilo fueron “Don Pascualillo” y “Don Diablo”.

Uno de los caricaturistas más destacados, sobre todo, por su proyección internacional, es el salvadoreño Toño Salazar, primo del escritor Salarrué. De él y de sus caricaturas actualmente se exhibe una muestra en el Museo de Arte de El Salvador.

En el ámbito americano, la lista de dotados se vuelve inmensa: Quino, Palomo, Mordillo, Riuz, Naranjo, por mencionar algunos pocos pero buenos.

Aunque nunca faltan aquellos caricaturistas que favorecen a políticos y gobernantes. Tentaciones comprensibles, sobre todo a sabiendas que los periódicos han dejado de ser aquellos simples folletos regalados en las calles de la Francia revolucionaria. Ahora son el cuarto poder.

Los periódicos han crecido durante estas últimas centurias, a lo largo y oblicuo de este planeta. Los caricaturistas y periodistas ahora son miles, trabajan como asalariados y los poderes económicos y políticos quieren cada vez influir más en ellos.

Con el proceso de consolidación de los periódicos contemporáneos hoy se establecen nuevas reglas de juego. La risa no es un juego, es cosa seria.

*Publicado en Revista Dominical, 04 de mayo de 2005. La Prensa Gráfica.

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