lunes, 20 de septiembre de 2010

"No creo en bombas, pero a veces me dan ganas de tirarlas"


Tiene una opinión audaz para todos los temas, se declara anarka seguidor de Jünger y es imposible reconocer en él al mexicano que vende a su país como lo mejor del mundo. Al contrario, es ácido y crítico al hablar de la historia mexicana y encuentra en la realidad de su fútbol el perfecto retrato de una malograda sociedad.

Entrevista publicada en www.elfaro.net el 20 de junio de 2010 por Élmer Menjívar. Foto de Juan Jorge Marcos.

El escritor mexicano José Luis Rivas Vélez es un hombre con sombrero, y el sombrero combina con su traje, y su traje son su reloj, usa bigote y su cara tiene la capacidad de mutar entre lo apacible, lo mordaz y lo cómico. Conversador afable y dispuesto a meterse en todos los temas que se le ofrecen, vino por primera vez a El Salvador hace ocho años al Festival Internacional de Poesía, y hoy lo trajo la alcaldía de Santa Tecla para la inauguración del Museo de la Ciudad y un homenaje a Roque Dalton.

Es un poeta virtuoso con el léxico y traductor por envidia, pues asegura que aprovecha el oficio para reescribir en castellano solo obras que quiso haber escrito él. Reconocido con muchos premios literarios desde su primer libro en 1982, en 2009 el gobierno mexicano le otorga el Premio Nacional de Ciencias y Artes.

Es traductor, editor, poeta y ensayista. Nació en Tuxpan, Veracruz, México. Es licenciado en filosofía en la Universidad Autónoma de México. Formó parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de México. Es director de la Editorial de la Universidad Veracruzana. Reside en Banderilla, Veracruz. Fungió como director de la Editorial de la UV durante 14 años. Ha escrito Tierra nativa (1982), La transparencia del deseo (1986), Luz de mar abierto (1992), Ante un cálido norte (poesía reunida 1993-2003) y Un navío, un amor (2005); fue ganador del Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (1986) y también del Xavier Villaurrutia en 1990.

Hablamos con él bajo una de las tormentas inclementes que lo fascinan. Recibió de nosotros la noticia de la muerte de Carlos Monsiváis, quien ha sido su amigo. Prometimos imprimir esta plática y enviársela por correo convencional porque es obstinadamente pretecnológico.

Es difícil presentarlo con tantos oficios. ¿Cómo se presenta usted?
Soy escritor, mexicano, nací en un pequeño puerto al norte de Veracruz, de nombre Tuxpa, en 1950. A los 15 años partí a la ciudad de México a estudiar filosofía. Más tarde cambié de carrera, me puse a estudiar letras hispánicas, después volví a filosofía. Tardé en concluir mis estudios porque pasé a trabajar en distintos lugares: la Universidad Autónoma de México (UNAM), la Universidad Autónoma Metropolitana, luego en el Fondo de Cultura Económico, siempre con la intención de ser escritor. En 1982 publiqué un libro de poemas titulado "Tierra Nativa", que se vio favorecido por un premio, tres años después publiqué otro libro, al año siguiente otro que recibió otro premio en Aguascalientes. En fin, llegué a creérmela que podía ser escritor.

También se lo creyeron otros...
Menos mal, porque si no sería solo un espejismo colectivo.

Tanto se la creyeron que anda usted por acá como invitado de honor a un homenaje para Roque Dalton junto con Ernesto Cardenal y Víctor Casaus.
Es probable que eso también sea un espejismo ja, ja, ja.

Por este elenco se infieren cierto tipo de afinidades ideológicas y cercanías a ciertos procesos.
Esa afinidad me acompañó hasta los primeros años de mi estadía en la ciudad de México, cuando varios de mis compañeros andaban en grupos troskistas o comunistas o de otro tipo, y trataron de jalarme a sus filas, pero siempre he tenido un espíritu bastante individualista. Lo más que logré entrar en esos terrenos fue cuando escribí en una revista de corte bastante anarquista, pero también nietzscheano, que se tituló "Caos". Hay bastante simpatía mía por las causa de izquierda pero nunca he sido un militante.

Octavio Paz y Carlos Fuentes provocan mucho recelo por esa misma postura, que en México no ha sido muy bien vista...
Y así sigue siendo. Yo no tengo ni credencial para votar.

¿Y eso por qué?
Porque no creo en las elecciones de mi país.

Desde la literatura suele proponerse algo ideológico, pero así como usted se pinta...
... parezco no proponer nada, ja, ja, ja...

Eso no lo dije yo.
Lo que sucede es que mi intención desde luego no va afiliada a ninguna causa grupal, pero por supuesto que en el fondo de mi actividad como escritor, el hecho mismo de reincidir en la publicación, existe desde luego el propósito de comunicar, así sea para contribuir a la confusión general.

¿Comunicar qué?
Creo haber sido una persona que disfrutó de una infancia muy bella en muchos aspectos, desde el punto de vista de lo bello natural. En lo que llevo aquí en El Salvador, recordé una vegetación muy similar a la que había en México; esas lluvias formidables que se han desencadenado me hicieron recordar también el mundo en el que de niño viví, y que era también de una ferocidad muy grande. Y qué bueno que esto todavía se conserva en este país, en el mío buena parte de eso ha sido arrasado en aras del progreso, el avance tecnológico y quién sabe cuántos otros ardides de la misma calaña.

En su obra se intuye una reivindicación de todo eso a través del vocabulario, de insistir en el uso de palabras de otro tiempo y de un espacio bien delimitado.
A mí me sorprendió que cuando hice una lectura a fondo de las principales antologías y obras de poetas mexicanos del siglo XX me topé con el hecho de que una enorme mayoría de ellos usaban el lenguaje culto, como si la poesía necesariamente tuviera que apelar a una habla libresca, no al de la gente y su vida cotidiana, nada que ver con el lenguaje coloquial, o apenas alguna frase para subrayar un contraste meramente circunstancial o deliberado, pero como botón de muestra. Entonces pensé que yo me había desenvuelto en un medio en que la gente nombraba las cosas que tenía enfrente con sus palabras, conversaba de la manera que le era propia, y traté de insertarlo en mi escritura de la manera más natural, sin tratar de que fuera una reproducción fiel o realista. A fin de cuentas yo no tenía más instrumento que mi memoria, porque al estar en la ciudad de México, la suspensión de esa habla en mi escucha diaria me permitió localizar el habla de mi abuela, de mi madre, la gente que estaba muy próxima a mi infancia y con esos elemento traté de hacer algo que participara de lenguaje culto, pero también de la gente común.

Supongo que este entendimiento de la palabra en su contexto influye mucho en su otra faceta profesional, la de traductor. ¿No considera esa labor un tanto temeraria?
Resulta que yo soy una persona muy tímida, pero al mismo tiempo temeraria, y he emprendido en el área de la traducción tareas mayúsculas: he traducido toda la poesía de Elliot, toda la de Rimbaud, buena parte de su correspondencia; he traducido el Omeros, de Dereck Walcott, un poema bastante extenso; traduzco ahora una novela en verso de Les Murray, un poeta australiano, que está nominado desde hace años para el Nobel, en fin, me he metido en trabajos de esta naturaleza en buena medida porque soy un insensato que siempre he tratado de traer a nuestra lengua las cosas que he leído en otras lenguas y que me han perecido maravillosas y he querido de algún modo tratar de compartirla con gente de mi lengua. Pero debo confesarlo de fondo: me hubiera gustado haber escrito esos libros. Y como no pude escribirlos en la lengua que se escribieron, trato de reescribirlos en la mía.

¿Ha caído en la tentación de hacer un poco suya la obra al traducirla?
Bueno, eso es un peligro y también un gesto honesto y yo no veo maneras de que el traductor se despersonalizara en vista de lo que tiene delante, tiene que asumirlo como algo susceptible de pasar, cambiando lo que tenga que cambiar, a la lengua propia, buscando siempre de que sea en la propia un poema también.

Hay otro tipo de traslado en la obra literaria, que ya no es de lengua, sino de tiempo. ¿Cree usted que un joven de ahora puede conectarse con la obra que usted escribió siendo joven?
Yo creo que no. Una de las cosas que advierto de dificultad con los jóvenes de ahora es precisamente esa amplitud de léxico, esa obstinación mía por nombrar las cosas tal como eran nombradas entre la gente de mi pueblo. A veces siento que me asiste cierta razón; por ejemplo, hay ciertas aves que no pueden ser nombradas con otro nombre que el pueblo le da, por ejemplo, la chachalaca, no hay otra manera de nombrarla, he tratado de recuperar en el nombre la descripción de un ave que no para de hacer sonidos molestos al oído.

Ese esfuerzo, aparte de los premios estrictamente literarios, le ha valido también reconocimientos políticos como el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2009. ¿Qué cree que quiere reconocer un Estado cuando otorga estos galardones?
Exactamente no lo sé, tendría que contestar por el Estado. Creo que en mi caso es porque he escrito más de una docena de libros, he traducido más de una docena de libros, sobre todo poesía, y lo que se premia es más bien el carácter machacón de mi temperamento y mi insistencia permanente por hacer estas cosas.

Dada la triste noticia que se supo hoy (sábado 19) sobre la muerte de Carlos Monsiváis, quisiera...
¿Murió Carlos Monsiváis? No lo sabía, y los de aquí tampoco se han dado cuenta...

(La noticia le cayó por sorpresa, tuvo un evidente sobresalto. Carlos Monsiváis era su amigo. Tomó su teléfono celular y trató de comunicarse con su familia, pero no lo consiguió. Tras un momento de asimilación seguimos esta plática con una valoración sobre Monsiváis.)

Monsiváis es... era la conciencia crítica de México, una persona que nunca dejó de expresar en el lugar que fuera lo que pensaba y creo que representa una gran pérdida para el pensamiento crítico de mi país. Nos queda Fernando del Paso, pero no son muchos los que han mantenido una actitud como la suya a lo largo del tiempo. Lamentablemente este tipo de figuras no son reemplazables, la repetición de figuras así es probable que ya no se dé.

Usted estuvo hace apenas horas en un homenaje póstumo a quien aquí se le considera una conciencia crítica, a Roque Dalton, pero que murió hace 35 años. ¿Qué conoció de Dalton?
Yo no lo conocí personalmente, conozco parte de su obra. Es un poeta notable, creo que el caso de su asesinato sigue siendo una especie de enseñanza permanente de causas de grupos movidas ideológicamente, en las que todo aquel que se aparta criticando es objeto de imputaciones de traición. El espíritu crítico no es bien visto ni en la derecha ni en la presunta izquierda, pues lo que debería establecer la diferencia entre la izquierda y la derecha es precisamente su capacidad para asimilar el pensamiento crítico de sus propios integrantes, pero al parecer eso no se da, y en su lugar se ve como una especie de enemigo latente. Eso es de una gravedad terrible. Si su asesinato hubiera sido por parte del ejército oficial o una instancia similar todo hubiera tenido cierta lógica, pero al ser perpetrado por un grupo de izquierda al que él pertenecía es que resulta sumamente grave, y es sumamente grave que no se haya podido hacer justicia y llevar a la cárcel a sus asesinos.

¿Cómo interpreta usted que la familia Dalton esté actualmente haciendo señalamientos claros y exigiendo algo muy concreto al Estado respecto a este asesinato y que no haya respuesta?
Parece que este señor (Joaquín) Villalobos lo mismo es asesor del presidente de México, Colombia y en otros países, y según parece también tiene nexos con el mismo presidente de El Salvador, y si eso es así, difícilmente esto llevará al esclarecimiento de las cosas, tratará de algún modo de evitar llegar a este punto. Una sociedad para que pueda realmente desarrollarse y poner en claro su historia necesita que se produzcan acciones que creen un clima de justicia que sea el anuncio de un nuevo tiempo.

¿Considera válido el reclamo de la familia Dalton aunque hayan pasado 35 años?
Claro que es legítimo, precisamente porque una de las personas que es señalada como uno de los que lo ejecutan juega un papel de asesor contra movimientos de insurgencia y termina pactando con los poderes. Porque es por eso que muchos movimientos de izquierda terminan en dictaduras como Cuba, el mismo Ortega de Nicaragua, son héroes extraordinarios cuando están enfrentados al poder, pero cuando están en el poder pareciera que están destinados a reproducir lo peor del poder y a veces de una manera todavía mas terrible.

El problema según lo ve, es el poder... salió su veta anarquista...
Ahí está el asunto. Porque se habla de que la democracia representa un avance, pero, ¿dónde hay democracia? Sé que se dirá que es perfectible, que va mejorándose y que solo en la Atenas de Pericles hubo algo cercano a lo que consideramos democracia. Pero en mi país, por ejemplo, la democracia en un simulacro, donde los medios de comunicación deciden quién va al poder y los medios están infiltrados por los narcos. Parece que hasta el mismo Senado y los órganos representativos de la democracia de México están también infiltrados. ¿Cómo pensar que lo que se desarrolla a partir de eso sea algo cercano a la democracia?

¿Qué tan traumada quedó la sociedad mexicana luego de las últimas elecciones presidenciales?
Por un lado hubo un manejo muy taimado de los medios, que son los representantes del gran capital, y no solo representantes: las grandes empresas televisivas de México tienen como propietarios dos de los grupos más poderosos. Y un López Obrador que vociferaba que haría tal o cual reforma contra los empresarios en aras de conseguir votos, por su torpeza generó que estos empresarios urdieran un plan para arrebatarle la votación de una forma taimada. Sí fue una frustración para la sociedad civil, para la gente que creyó que ahí venía una apuesta, una posibilidad de cambio, de justicia, de redistribución de la riqueza que en México ha estado acaparada por más de doscientos años por trescientas familias. Esas esperanzas y creencias se vinieron abajo. Luego el mismo partido de López Obrador ha entrado en una serie de enfrentamientos, lo que ha mostrado lo que te digo del poder, y han hecho una serie de alianzas con el gobierno de Calderón realmente lamentables. Por eso yo digo que ya no existen partidos políticos en México, todos están fundidos en la misma porquería.

Usted se ha declarado anarquista. ¿Se identifica con las expresiones violentas del anarquismo como forma de debilitar el poder?
Yo no creo en las bombas aunque a veces me dan ganas de tirarlas, si de verdaderamente llegaran a tener un efecto benéfico como la supresión de dos o tres gentes que uno sabe que concentran en un determinado momento ese manejo ruin de la politiquería. Lamentablemente en mi país es una especie de Hidra que puedes arrancarle unos tentáculos pero reproduce 20. Por lo tanto, la violencia por ahí no parece que funcione. Aparte de que México es un país de delatores y traidores, toda la historia de la revolución en una historia de traiciones.

Usted no se expresa como un anarquista típico, pero tampoco como una mexicano típico que siempre repite que México es todo lo mejor...
Yo como anarquista comulgo más bien con el pensamiento de Jünger, quien no habla de un anarquista, sino de un anarka, donde hay una variante: estar cerca del poder pero tratándose de hacer una acción diferente con otros objetivos pero sin que eso garantice nada.

¿Y con qué visión del mexicano comulga? No parece muy optimista con su país.
Bueno, tenemos una infiltración del narco realmente aterradora, con carteles que se han formado con gente que ha desertado al ejército y que conocen el manejo de las armas, de los procedimientos del secuestro y antisecuestro.

¿Será que todo esto ha mermado ese orgullo del mexicano que está en el imaginario colectivo?
Cuando uno viene a El Salvador uno se da cuenta de la enorme influencia que México tiene en cuanto a imagen, y eso es por el manejo mediático, por haber sido pioneros en los medios de comunicación, la televisión, la radio. Me sorprende que tanto aquí como en Costa Rica, por ejemplo, haya programación consagrada a México, reproducen buena parte de los programas de México, películas, programas de chismes. Tan así que por los medios hay idealizada una imagen de un México que desapareció. Muchos creímos que con la desaparición del PRI México cambiaría, pero los gobiernos panistas que lo han seguido han sido la reproducción agravada de lo mismo, han sido ineptos en el desempeño.

¿Usted cree que el mexicano se ha dado cuenta?
Se ha dado cuenta, pero no tiene opción. O sea, no hay ningún partido que represente otra cosa.

En el contexto del Mundial de Fútbol se puede ver cómo intelectuales y escritores como Juan Villoro y Martín Caparrós reflejan un pesimismo unívoco: si empata la selección, está mal; si gana, son victorias pírricas; si pierde, ya se esperaba, no sé si a eso le ve un significado.
Al que he leído es a Villoro, y ha mostrado a través de la realidad del fútbol lo que está pasando en su país, la realidad que muestra el fútbol. Por ejemplo, la búsqueda desaforada del negocio por encima de cualquier cosa. Tenemos al hombre más rico del mundo (Carlos Slim) y cincuenta millones de mexicanos hundidos en la miseria. Creo que no hay que decir más al respecto. Por otra parte, en la liga de fútbol mexicana hay dos torneos anuales, y esto con vista a tener un negocio permanente con grandes dividendos. En México no se mide a un equipo por el rendimiento sostenido en un torneo largo como en España, sino que creo que se sacan ocho finalistas en torneos rápidos y se van eliminando hasta que hay dos semifinalistas... en fin, tanto Villoro como otros han demostrado que hay equipos que no pretenden ser campeones, solo pretender sacar dos o tres futbolistas notables que puedan vender luego a otros clubes locales o extranjeros y eso representa un negocio redondo. Este papel del negocio por encima de cualquier cosa en el fútbol ilustra el conjunto de la sociedad mexicana.

¿Qué significado tienen las celebraciones del bicentenario de la independencia?
El México insurgente se alza precisamente contra la clase más retardataria que son los que están en el poder ahora, una derecha ligada al clero más recalcitrante y que por lo tanto, ¿cómo podría ser esta clase de gente la que celebre la revolución de México, la independencia? Obviamente les da un lustre mediático, pero aparte de eso, nada, porque ellos mismos están desprovistos de una ideología que realmente resulta convincente.

Parece que no hay nada que celebrar.
Eso parece, porque pensándolo bien, a 200 años de independencia se subraya nuestra independencia económica y en muchas cosas de los Estados Unidos. ¿Cómo reconocernos como independientes si nunca lo hemos sido? Pero quiero decir que México es donde mejor se ha manejado retóricamente la independencia y en términos de imagen lo ha manejado muy bien, toda esa idea de las relaciones exteriores, el derecho a la autodeterminación y la soberanía ha sido muy bien manejado como imagen hasta que llegó Fox al poder, a fin de restañar las heridas.

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